Sueño inspirador

Estamos en un momento crítico de la historia de la Tierra, en el cual la humanidad debe elegir su futuro. Nuestros retos ambientales, económicos, políticos, sociales y espirituales, están interrelacionados y juntos podemos proponer y concretar soluciones comprensivas. (Carta de la Tierra)

El mundo tiene hoy muchas necesidades. Una de ellas es que necesitamos aprender a vivir de otra manera, de una manera más respetuosa con nuestra casa común, más compasiva y solidaria con las personas que sufren las consecuencias del despiadado sistema de producción y consumo en el que vivimos y más integradora de todas las dimensiones de la persona: la salud corporal, afectiva y mental y la profundidad espiritual.

El tiempo apremia y todos estamos llamados a reaccionar. El papa Francisco, en su encíclica Laudato si’, llama «conversión ecológica» a este cambio en la manera de pensar, sentir y comportarnos. Una conversión que abarca todos los ámbitos de nuestra vida personal y social: la manera de mirar y de pensar, la conciencia, la espiritualidad, el estilo de vida, el sistema económico y político, la educación, la acción comunitaria.

En la línea de esta conversión ecológica, algunas personas llevamos años explorando, intentando poner en práctica y divulgando formas de vida conscientes y consecuentes, junto con una particular espiritualidad de fraternidad universal con todas las personas y con todas las criaturas. Hasta el punto de reconocer esta llamada como una vocación de vida y misión, una llamada a vivirla con una intensidad especial que pueda ayudar a otros a orientarse en esa dirección.

Sentimos como un medio privilegiado para poner en práctica esta vocación la de una comunidad de personas en torno a esta forma de vida y a esta misión, en un lugar concreto en un entorno rural. Un lugar que manifieste que otro mundo es posible:

  • Un lugar donde se pone en práctica un estilo de vida sencillo y austero, que en su forma de alimentación y consumo procura decididamente lo que más cuida la vida de otras personas y del planeta, con un ritmo de vida equilibrado y en contacto con la naturaleza.
  • Un lugar de retiro y oración, donde compartir la pasión por Dios, reconociendo la riqueza de vivirla de maneras diferentes, abiertos a nuevas comprensiones y formas de expresión, en comunión con todo lo que nos rodea. Donde se respire y practique una espiritualidad de conexión: con el propio cuerpo, los otros cercanos y lejanos, las demás criaturas, la Tierra y el cosmos.
  • Una comunidad humana donde intentamos vivir unas relaciones armoniosas de unos con otros, compartiendo, en función de las personas y del proyecto común, espacios, tiempos, talentos y recursos materiales, formando parte del tejido social local, con un núcleo de personas viviendo permanentemente en el lugar y otras participando de otras maneras, en red con otras iniciativas similares.
  • Un lugar que físicamente habla de sostenibilidad y armonía con la naturaleza. Por la belleza del entorno, los materiales de construcción locales y naturales, el uso sostenible de la energía y del agua, el tratamiento integrado de los residuos, el cultivo de la tierra, el acceso en transporte público.
  • Un lugar que también habla de solidaridad, un espacio de acogida de personas excluidas y vulnerables que, aunque no estén motivadas a vivir así, necesitan cobijo material y atención humana.
  • Un centro de formación y divulgación, con las puertas abiertas a cuantos quieran hacer temporalmente la experiencia de vivir de esta manera, con instalaciones apropiadas desde las que se ofrezcan actividades que contribuyan a la difusión de esta conciencia, actitudes, espiritualidad y forma de vida.

Estamos convencidos de que un lugar así puede ser una buena noticia para la sociedad y para la Iglesia.

(Enero 2018)